domingo, 20 de marzo de 2011

Perú Kuczynski y la Amazonia peruana

16 de abril, 2011.- Pedro Pablo Kuczynski es uno de los varios pre-candidatos a la Presidencia del Perú en las elecciones generales de 2011. No es el que tiene más probabilidades de ser electo pero, de todos, es posiblemente el más serio y, sin duda, es el más calificado.



Formado en Oxford y Princeton, fue gerente del Banco Central de Reserva, Ministro de Energía y Minas durante el gobierno de Belaúnde, Ministro de Economía y también, Presidente del Consejo de Ministros durante el gobierno de Toledo, además de haber sido funcionario del Banco Mundial y de haber dirigido grandes empresas en el Perú y en otros países.



Él, que ya escribió varios libros, ha sido el primero en publicar lo que presumiblemente serían sus principales líneas de acción en el gobierno. El libro, intitulado “Perú Porvenir” (1) reúne textos publicados en años recientes, bien ordenados por temas y, probablemente, corregidos y actualizados.



En este caso no se trata de comentar el conjunto del pensamiento expresado en ese libro que, por otra parte, tiene muchas ideas y propuestas tan decantadamente sensatas que difícilmente se puede estar en contra de ellas. Se trata, más bien de entender lo que puede esperar la Amazonía peruana de un eventual gobierno de PPK, como el propio Kuczynski parece sentir agrado en ser llamado, quizá aludiendo a las eficientes pistolas Walther PPK.



Y, al respecto, llama la atención que un personaje tan culto, que suma a sus otras virtudes la de tener conocida habilidad para la música, sea tan insensible para esa región del país y, en general para el tema ambiental que, para él, parece reducirse a contaminación, falta de agua y a la “tala ilegal de madera”, como él dice.



Evidentemente, a pesar de que en alguna parte menciona que “andamos mal en el medio ambiente”, ese tema no es para él digno de ser considerado uno de los grandes retos del desarrollo nacional. Tampoco se citan, siquiera, los indígenas amazónicos y sus reclamos. Por lo menos, eso es lo que se desprende de la lectura minuciosa de las 271 páginas de su libro.



Peor que no “dar bola” al tema ambiental es lo que él dice en el libro y que sin usar mucha imaginación puede interpretarse como más y muy serias amenazas para el futuro ya bastante difícil de esa región. En efecto, el documento parece revelar que si él gobernara se harían muchísimas carreteras nuevas, se expandiría aún más la exploración y explotación de hidrocarburos, se explotarían más minas, se harían grandes centrales hidroeléctricas, se harían más plantaciones de palma aceitera, entre muchas otras obras y explotaciones. También, según él, es necesario ganar la guerra informática a las organizaciones no gubernamentales (ONG) y a la sociedad civil que se opone a la minería y a otras obras.



Reiteradamente se lee, en sus textos, “infraestructura, infraestructura y más infraestructura” refiriéndose a caminos. Él se declara firme partidario de la Ley de Say que dice que la oferta genera su propia demanda, o sea, que como dice PPK “si no hay pista, no hay tráfico” justificando hacer caminos sin viabilidad económica. Claro que también se puede decir “si no hay armas no hay tantos muertos”, por lo que me atrevo a dudar de la validez de la teoría de Say en relación a las carreteras en las selvas amazónicas y al buen uso del patrimonio natural del país.



Las carreteras, como bien se sabe, son la principal causa de la deforestación y degradación de los bosques amazónicos, permitiendo la invasión de las tierras y una agricultura desordenada, facilitando asimismo “la tala de maderas” y la explotación ilegal de oro, que el libro sí menciona. Las carreteras son herramientas indispensables para el desarrollo, pero promoverlas sin restricciones, donde no hay ningún orden en la ocupación de la tierra, es una irresponsabilidad que no se condice con otras afirmaciones contenidas en el mismo libro.



Dicho sea de paso, en algún lugar él justifica que la carretera Interoceánica Sur, todavía no concluida, sea dos veces y medio más cara que lo anunciado, sin contar con la parte de ella que será inundada por el lago artificial de la central hidroeléctrica del Inambari. No hay como no preocuparse mucho con el favorecimiento irrestricto de PPK por hacer más caminos en la Selva.



Pero hay más, él no pone restricción ni condición a la expansión de la exploración y explotación de petróleo y gas. Ni siquiera dice que, como en los países tan civilizados en los que él estudió, no se debe explotar áreas protegidas naturales o lugares de patrimonio cultural. Da a entender que nada ni nadie debe frenar a los petroleros en su búsqueda desenfrenada por hidrocarburos y, claro, en sus textos no hay ni un solo pensamiento, aunque sea pequeñito, para los indígenas que deben soportar la invasión de sus tierras.



Clama por más orden y disciplina en el Perú, con cuya necesidad se coincide totalmente, pero solo plantea imponer esas reglas a los que se quejan de los abusos o que simplemente no entienden lo que pasa realmente, como los muchos muertos de Bagua, pero no dice con el énfasis que los hechos merecen que los poderosos también deben respetar las leyes. Lo mismo plantea para la explotación minera, de las que apenas se estaría “comenzando a escarbar” el potencial y, evidentemente, igual indicación es válida según él para el potencial hidroenergético. En resumen, PPK hace una invitación a usar y abusar sin límites del patrimonio del Perú, y en especial de la Amazonía, en apenas una sola generación.



Al mismo tiempo que la población de Yurimaguas se levanta en armas contra la expansión del imperio de los Romero -los del grupo del Banco de Crédito- sobre los últimos bosques del lugar, PPK dedica más de dos páginas a alabar lo que vio en “4 kilómetros de trocha recién cortada en el monte” donde sus anfitriones están multiplicando sus discutibles proyectos de plantaciones de palma aceitera para producción de biocombustibles… ¿ Se olvidó PPK de que existen 10 millones de hectáreas deforestadas de las que apenas unos 2 o 3 millones de hectáreas son cultivadas? ¿Por qué no recomendó a sus poderosos amigos que en lugar de destruir más bosques se apliquen a usar lo que ya fue destruido? Hasta el Presidente García dice que así debería ser. No hay en esas páginas ni una mísera mención al tema ambiental… ¿Será posible que el ilustrado PPK no sepa que el balance energético de los biocombustibles es tan discutible que en muchos casos es mejor quemar petróleo que usarlo? Menciona en alguna parte una cita sobre el riesgo del cambio climático, aunque en el resto del libro no se acuerda de ese “pequeño” detalle que no influencia sus propuestas.



Fue muy bueno leer su texto sobre el turismo en base al patrimonio cultural y culinario del país y, en especial, su entusiasmo por Caral, lo que todo peruano debe compartir. Pero, al mismo tiempo no fue fácil entender la razón por la que PPK ni menciona el potencial turístico de la naturaleza única y exuberante del Perú, especialmente la contenida en sus parques nacionales para los que él, siendo Ministro de Economía y Primer Ministro nunca otorgó un solo centavo y a los que, más bien, reprimió alegando que solo se crearían nuevos “si no ocasionaban gastos al Estado”. Pero él mismo, en su libro deja claro que las obras públicas requieren de inversiones y de recursos para mantenimiento. Los parques para impulsar el turismo son obras, como cualquier otra y no apenas una declaración legal y requieren de inversiones para cumplir su rol.



Semanas atrás, cuando el autor de esta nota fue entrevistado para el informe “Amazonia 2021: Explotación de Recursos Naturales e Infraestructura” (2) una periodista seria y experimentada comentó que solamente Kuczynski, entre los candidatos previsibles, “tenía algún interés por el tema ambiental”. Lamentablemente, la lectura del libro de PPK dejó a este autor frustrado y más preocupado que antes ya que, si él es el candidato más conocedor del tema ambiental peruano, cabe preguntar qué es lo que puede esperarse de los demás.



Otro asunto también preocupa. El Perú del año 2010 carece de un plan nacional de desarrollo, o de cualquier documento que se parezca a eso y, asimismo, no tiene un plan de desarrollo de su porción amazónica. En otras palabras, no existe ninguna expresión escrita, discutida y consensuada de lo que se espera sean el Perú o su Amazonía en un futuro más o menos predecible.



Cabe preguntar cómo es posible que se realicen tantas obras, tantas nuevas operaciones de explotación de recursos, sin saber o sin que nadie sepa cuál es su finalidad, aparte de generar mucho dinero para pocos y empleos mal pagados y precarios para muchos…. ¿Acaso los ciudadanos del Perú no tienen derecho de decidir sobre el futuro que su mayoría prefiere? ¿Acaso no es necesario discutir públicamente el contenido de un objetivo nacional que no se limite a repetir los hermosos pero poco prácticos textos de la declaración universal de los derechos humanos? ¿Acaso es demasiado temerario informar al público sobre los riesgos y costos de cada ventaja aparente? ¿Por qué los que pretenden gobernar nos toman por idiotas? Cabía suponer que un personaje tan avispado como PPK tendría eso en cuenta en sus propuestas y, por eso, es triste constatar que no es así.



Él defiende, con mejorías semánticas, el status quo representado por el Sistema Nacional de Inversión Pública (SNIP) que es útil, pero que en modo alguno sustituye un sistema nacional de planificación con mecanismos modernos y efectivos de participación en la toma de decisiones que, tan frecuentemente, no tienen camino de retorno. La modernización del Estado de PPK y su mecanismo de filtración de inversiones públicas quedaría en manos del Ministerio de Economía y de sus tecnócratas tan arrogantemente insensibles como ignorantes de la realidad nacional…. ¡El Perú en manos de los young professionals del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial o del Banco Interamericano! Para quien los conoce muy bien, esa es una pesadilla de la que el Perú puede no despertarse.



A este punto de la crítica el autor desea dejar claro dos aspectos. Primeramente, está agradecido a Pedro Pablo Kuczynski por haber lanzado ese libro, dando un buen ejemplo que ojalá sea seguido por sus competidores en la contienda electoral. El pueblo y los críticos están ansiosos por leer lo que propongan los otros candidatos a la Presidencia del Perú, y aunque el pronóstico es que no serán mejores que PPK en su trato al ambiente natural y social, se tiene la esperanza de estar equivocado. No se esperan palabras huecas y promesas incumplibles. Se esperan propuestas sensatas y viables, como las que PPK ha dado para otros asuntos.



En segundo lugar, el autor reconoce estar presionando a PPK para que él dé el ejemplo a sus competidores preparando un documento complementario al libro, explicando sus pensamientos y propuestas para evitar que la Amazonía se convierta en una réplica de los tristes y condenados paisajes de Mato Grosso, en Brasil o en los aún peores paisajes que ya pululan en Madre de Dios, en el Perú. Queremos saber si él considera que la naturaleza tiene un rol en el futuro del Perú o si, para él, ella es apenas materia prima para hacer que los ricos sean más ricos y los pobres más pobres.



Queremos que nos diga, claramente, si cree que la ciencia y tecnología puede cortar el cordón

umbilical entre la naturaleza y el ser humano y que este último puede sobrevivir maltratando a la madre.

Se prefiere tener fe en que Kuczynski, cuyo padre vino al Perú para cuidar de los indígenas y de los pobres de la Amazonía, dejó de lado el tema ambiental en ese libro tan solo porque no tuvo tiempo de profundizarlo y que lo hará muy pronto, de modo especial y cuidadoso. No para ganar la contienda electoral, pues los temas ambientales no dan muchos votos, sino para demostrar que es un hombre cabal que realmente piensa en el Perú, y de esa forma educar a sus competidores.



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