viernes, 2 de junio de 2017

"La recuperación del crecimiento es una tarea por demás ardua" Carlos Anderson


El ministro de Economía y Finanzas, Alfredo Thorne, no puede con su optimismo: “Esperamos para la segunda mitad del año empezar a crecer a un ritmo de 3% y 4%, y lo que necesitamos son nuevas fuentes de crecimiento: la educación, la productividad y la reducción de la informalidad”. El señor Thorne hizo estas y otras divertidas declaraciones en la segunda edición del imperdible “Conversando con el presidente”, programa que semana a semana nos presenta los diversos aspectos de una tierra llamada “Fantasyland”. 

Aunque el programa del señor presidente contiene mucho material para comentar, nos limitaremos al tema de las perspectivas económicas para el periodo 2017-2021, las cuales podemos resumir en una frase: “por debajo de su potencial”. Caritativamente, el Fondo Monetario Internacional (FMI) lo pone, más o menos, de esta forma: “se espera que el crecimiento decline a 2.7% en el 2017 y que luego de un repunte en el 2018-2019, la tasa de crecimiento del PBI converja a su nivel de crecimiento potencial de 3.8% en el mediano plazo”. Tal como lo hace el propio ministro Thorne, el FMI basa sus pronósticos en “el gasto por la reconstrucción y los proyectos de inversión pública, apoyados en el plan de estímulo fiscal”. Además el FMI espera que se produzca—tal vez de manera milagrosa—un repunte de la inversión privada, atrasada como resultado del escándalo de Odebrecht.

Con razón el ministro Thorne parece estar tan seguro de sus pronósticos. De alguna manera, sus proyecciones y su “narrativa” de crecimiento (“esperamos para la segunda mitad del año...) están respaldados por los estimados de los analistas del Fondo. En este punto, no está de más recordar el pésimo “track-record” del FMI en materia de proyecciones económicas, ni tampoco los vaivenes en cuanto a los pronósticos del PBI peruano desde que el señor Thorne asumiera la cartera de Economía y Finanzas.

Primero: “el PBI crecerá 4.8%”, una tasa por encima de los pronósticos de analistas y del propio BCR. Luego: “el crecimiento del PBI será un punto porcentual menos de lo anticipado “por causa” de Odebrecht”. Anunciado el plan de estímulo fi scal pos-Niño: “esperamos un crecimiento del 4%”, y ahora: “esperamos crecer a partir de la mitad del año a un ritmo de 3%”.

Hoy, el consenso de los analistas locales está en 2.5%, consenso anterior a la rebaja anunciada hace unos días por el FMI. Rebaja y pronóstico no exento de “riesgo”. Efectivamente, en sus comentarios finales al informe de la Misión 2017, los economistas del Fondo señalan que “los riesgos (del pronóstico) están sesgados a la baja en el 2017, pero hay un potencial al alza en el mediano plazo”. ¿Y cuáles son esos riesgos que de materializarse traerían abajo el pronóstico? A nivel doméstico, tardanzas adicionales en ejecutar los proyectos de inversión, que los daños por las inundaciones terminen siendo mayores a lo esperado, y a nivel internacional que el aumento de tasas de la Reserva Federal de los Estados Unidos sea más rápido que lo esperado, que se acentúe la ola proteccionista que empieza a recorrer el mundo o que se profundice la desaceleración de la economía china.

Haría bien el señor Thorne en bajarle el tono a su optimismo y reconocer que la recuperación del crecimiento es una tarea por demás ardua. Podría comenzar con darle un toque de realismo a los efectos benéfi cos de la reconstrucción. En privado, sus propios economistas del MEF descreen de la posibilidad de ponerla en marcha con eficiencia y rapidez. Y no solo por las barreras propias de una burocracia paralizada por la corrupción y el miedo a ser acusado de corrupto, sino porque las empresas supuestamente llamadas a realizar la reconstrucción están o estarán pronto bajo sospechas y con la amenaza latente de la inhabilitación gracias a la “genialidad” de algunos congresistas fujimoristas que compiten por dictar leyes que le den una última estocada al sector construcción. Necesitamos realismo, señor ministro. Basta ya de tanto optimismo vacío y de vivir permanentemente en una tierra de fantasía.