El daño que hemos infligido a la economía ya hizo caer nuestro potencial de crecimiento. Podríamos crecer 4,5% en el 2015.
El desempeño de la economía en el año pasado nos dejó un sabor agridulce: el final de una década de alto crecimiento y una confianza empresarial en declive, pero a la vez la esperanza de retomar un crecimiento de 6% para este año, confiados en un mejor desempeño de la inversión privada y un repunte de las exportaciones.
Las inversiones públicas en todo el país alcanzarían niveles récord impulsadas por la proximidad del proceso electoral, con aumento en el total de la inversión pública proyectado en más de 18%. Por su lado, Pro Inversión pasaría finalmente a la adjudicación de proyectos por sumas nunca antes vistas. Todo esto terminaría reanimando la confianza empresarial y la de los consumidores.
De pronto sobrevino la tormenta perfecta: la confianza se empezó a desinflar, el decepcionante crecimiento de enero de este año obligó al Banco Central de Reserva (BCR) y al Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) a rebajar sus expectativas de crecimiento, mientras el Gobierno recayó en sus inclinaciones estatistas al decidir ir adelante con la construcción de una refinería en Talara, que a todas luces representa un dispendio innecesario.
El enrarecido ambiente político, los frecuentes escándalos, el enfrentamiento entre Gobierno y oposición, y finalmente el descubrimiento de actos generalizados de corrupción de alcaldes y presidentes regionales se potenciaron con la publicación de los datos mensuales de crecimiento que mostraban, mes a mes, peores resultados y a la vez se asentó la creciente convicción de que el país estaba siendo conducido políticamente por un Gabinete plagado de inconsistencias y discrepancias.
Finalmente, el propio Gobierno reconocería que estaba enredado en una maraña burocrática e incapaz de actuar para revertir la caída de la confianza, o actuar desde el Estado para sustituir la menguada inversión privada por inversión pública, pese a contar con ingentes recursos para hacerlo. El resultado ha sido la destrucción del principal motor de la economía: la inversión. El BCR ya proyecta una caída en la inversión privada por primera vez desde la gran crisis mundial y una inversión pública con crecimiento, ya no de 18%, sino de cero. Las exportaciones, que en la década pasada fueron el otro motor que impulsó la economía, también caerán en cerca de 4%, producto de la impericia gubernamental para enfrentar al movimiento antiminero y los conflictos sociales que aparecen surgir en todos los departamentos mineros bajo el insólito grito de “canon sí, minería no”.
¿Qué esperar para el próximo año? El MEF se encuentra optimista: proyecta que las exportaciones primarias aumentarán y que ello impulsará el crecimiento. Igualmente, augura el inicio de la construcción de grandes proyectos, como la línea 2 del metro, el gasoducto del sur y la refinería de Talara, que impulsarán la inversión. Es decir, se encenderán nuevamente los motores que se apagaron este año, pero en realidad los proyectos de infraestructura mencionados solo representarán en sus inicios más importaciones. Toromocho seguirá desilusionando en el 2015, Antamina no recuperará su antiguo nivel de producción hasta el 2016 y grandes inversiones mineras terminarán de invertir en el 2015 (restando al crecimiento) para recién empezar a exportar en el 2016. Las autoridades regionales recién elegidas tampoco se espera que inviertan sustancialmente en el 2015. Finalmente, cuando el sector privado le alcanza al país un boya de salvación en la forma de decenas de iniciativas privadas y asociaciones público-privadas ya presentadas, y por presentarse en febrero próximo, el MEF rema contracorriente potenciando un nuevo “súper-SNIP” (en cumplimiento del Decreto Legislativo 1012) sin poseer el ‘staff’ las capacidades ni los criterios de evaluación. Un monumental cuello de botella.
Es razonable esperar un crecimiento de la economía en el 2015 mayor que el 2,5% a 2,8% que tendremos este año, pero ciertamente la cifra será bastante inferior a la que proyecta el MEF. El daño que hemos infligido a la economía con la maraña burocrática, el deterioro a las instituciones, el caos regional y la falta de reformas ya hizo caer nuestro potencial de crecimiento en por lo menos 3,5 puntos porcentuales. Con gran suerte y destreza podremos crecer 4,5% en el 2015.
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