En esta campaña electoral, los candidatos ofrecen aumentar la inversión pública y el gasto en general del Estado. Incluso frases célebres como 'el Perú requiere de gerentes’ se escuchan frecuentemente. Uno pensaría que nos encontramos en el umbral de un período de gran eficiencia estatal, pero mucho me temo que recientes antecedentes nos indican lo contrario. Veamos el caso del Metropolitano, el principal proyecto de inversión pública que se ha ejecutado en Lima en muchos años. Este proyecto en infraestructura ha terminado costando 300 millones de dólares, monto que es más del doble de lo originalmente presupuestado y aún no está totalmente terminado pese a que lleva ya más de dos años de retraso. Por otro lado, los concesionarios privados que apostaron por el proyecto e invirtieron 180 millones de dólares en buses nuevos tienen a la mitad de la flota parada hace un año esperando que el esquema sea algún día finalmente implementado, mientras que un sistema, que debería de ser de transporte masivo, está escasamente cubriendo al 2% de los limeños en sus necesidades diarias de movilización. Por ello, dejando de lado toda la fanfarria electoral, creo que deberíamos utilizar la experiencia del Metropolitano para establecer con claridad cómo no se deben de elaborar y ejecutar proyectos de inversión en el Estado.
En primer lugar, con la excusa de ganar tiempo se entrega la obra a un organismo internacional que no sabe nada de proyectos pero que le da al contratante – a cambio de un jugoso honorario– un manto de inmunidad diplomática que lo excluye del SNIP y de la Contraloría. Como resultado de no tener a ningún técnico de otro sector del Estado evaluándolo o fiscalizándolo: el gasto y los plazos han volado. Luego está el error de empezar a ejecutar el proyecto sin tenerlo diseñado, por lo que se ha modificado constantemente y hoy todavía no han intentado siquiera liberar las rutas alimentadoras y en el cono norte falta todo un tramo. Un proyecto tiene que ser elaborado de manera integral; no se puede ir de salto en salto a medida que las prioridades políticas van cambiando. Al final, después de 5 años de molestia para los habitantes de la capital y de un enorme gasto, ni el transporte público ni el tránsito en Lima han significativamente mejorado. Moraleja: el gastar sin un Estado eficiente y transparente es desperdiciar los recursos del contribuyente.
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